Ser demasiado consciente, a veces, puede ser un problema. Te hace sufrir y todo. Cuando ya no valen los ‘no lo pienses’ porque el pensamiento ha dejado paso a algo más profundo. A algo el acceso del cual, no puede explicarse con palabras. Hay que sentirlo. Y es cuando se siente que se accede a la conciencia y se sufre. El proceso es este. No hay más. Muchas horas en silencio, eso sí. Mucha soledad, también. Se aprende, aunque una vez aprendida, se integra tan fácilmente, tan sutilmente, que no se distingue lo impuesto de lo voluntario.
Cuando se siente, no hay lugar, ni debe haberlo, para el raciocinio, pues en este, ya ha habido sentimiento, puesto que no se entiende el uno sin el otro.
No es algo que ya no pueda dejar de pensar. Hay que plegarse ante la evidencia, aunque esta sea invisible ante los ojos de quién no está en mi piel. “Te veo bien” refleja la great actress que he aprendido a ser. O el reflejo de una fortaleza que ni tan siquiera yo, soy capaz de explicar de dónde la saco.
Es algo que siento, que afecta a toda mi estructura. Que me recuerda lo que soy y lo que he sido, aunque haya quién no alcance a comprenderlo.
Cuando se siente, no hay lugar, ni debe haberlo, para el raciocinio, pues en este, ya ha habido sentimiento, puesto que no se entiende el uno sin el otro.
No es algo que ya no pueda dejar de pensar. Hay que plegarse ante la evidencia, aunque esta sea invisible ante los ojos de quién no está en mi piel. “Te veo bien” refleja la great actress que he aprendido a ser. O el reflejo de una fortaleza que ni tan siquiera yo, soy capaz de explicar de dónde la saco.
Es algo que siento, que afecta a toda mi estructura. Que me recuerda lo que soy y lo que he sido, aunque haya quién no alcance a comprenderlo.