sábado, 30 de enero de 2010

Ir a por lana y salir trasquilado

Si hay un cambio que puede ser importante en la imagen, es el del cabello, ya sea con un corte, un cambio de color o ambos a la vez. Pues bien, hacia tiempo que quería poner una una nota de color en mi castaño y ayer a media mañana me decidí. Como desde enero he entrado a formar parte de este grupo de la sociedad (confío que por poco tiempo) fuí a una academia de peluquería, ya que los precios son mucho más económicos. Está en una calle al lado del metro de Fontana y cómo no les quiero hacer publicidad, si la buscáis, como sólo hay una, la encontraréis fácilmente. En principio quería una repaso al corte que llevaba y hacerme el color. Le pregunto a la que era la profesora (después me dí cuenta de que si ella era profesora, mal irían los alumnos) qué me recomendaba, pues no quería hacerme nada que se notara mucho. Me dice que unas mechas de un tono o dos más claras que el mío, me quedarian bien. Otra chica me enseña los colores en uno de esos catálogos que tienen y escojo uno. Después, me hacen sentar y al cabo de poco viene la “profe” con una especie de capa de plástico y un gorro de plástico para las mechas. Sin decirme nada, me abre por detrás la camiseta de cuello cisne que llevo, para meterme la capa. Antes de que continue, le aparto las manos y le digo que me lo hará grande (ahora ya me ha quedado para un cuello talla XXL) que ya lo hacia yo. Lo del gorro si que ya es de miedo. Me lo engancha con celo, con unas punchas a lado y lado de la cabeza, de manera que parezco un extra de alguna peli de marcianos de serie B y en la barbilla, un algodón para que no me haga daño, ya que te tensan el gorro como si te estuviesen haciendo un lifting por el mismo precio. A todo esto, ya habia captado el ambiente que se respiraba, pues sólo habia tres "profes" para un montón de estudiantes y no se podía estar por todo. Así que tenía que estar pendiente...
Pues bien, con esta pinta (en aquel momento, dí las gracias de que esta parte de la peluquería quedase en un piso inferior y no a pie de calle) la “profe” me dice que me pondrá el color que he decidido. Le pido que me deje ver otra vez la carta de colores, pues en aquel momento atendía a tres o cuatro personas más a la vez. Una vez que me he asegurado de que es el color que quiero, lo prepara y me lo empieza a poner. El sistema del gorro, consiste en ir sacando mechas y depende de si te sacan más o menos, se nota más o menos. Cuando ya acaba, al preguntarle cuánto tiempo tengo que estar, me dice que depende de mi color inicial, del calor corporal, etc. Así que estoy pendiente y al cabo de un rato.....Dios mío!!. Mis mechas son rubias!!. Y yo no las quería rubias!!!!!!!. Le pregunto a la primera estudiante que pasa, si me puede localizar a la profesora, pues creo que mi color ya esta. Me dice que normalmente han de pasar 30 minutos y le insisto en que la traiga. Me saca el disfraz de marciano y paso a que otra chica me lave la cabez, con una fuerza tal que parece que me arrancará el pelo. Entre esta exagerada fricción en mi cuero cabelludo y el color, ya visualizo la peluca que venden por casi 400 € en mi cabeza. Cuando me pasan a cortar, otro estudiante, acaba el trabajo en tres minutos. Pasa la “profe” para ver si lo ha hecho bien y se limita a coger las tijeras y cortar un insignificante pelo. Le comento que me veo demasiado rubia, a pesar de que el pelo está mojado. Otra chica me seca el pelo y a medida que lo hace, la expresión de mi cara pasa de la expectación a la sorpresa para acabar con un cabro. Al irme de aquella especie de Camerino de los Hermanos Marx, cuando voy a pagar, como estaba la “profe”, le digo que no me ha gustado nada, que me ha dejado rubia y que yo sólo quería un tono de luz y no esto y que me ha hecho tantas mechas, que parece teñido. Me dice que me las puede matizar, sin pagar por supuesto. La chica que me ha secado el pelo, que lleva un rubio-pollo-total, insiste, junto a la "profe", que me queda bien, que se me ve guapa. Y yo, que no se trata de esto, si no de que no es lo que yo quería, que tenía la idea de algo más discreto. Total, que tengo que volver por la tarde para que lo maticen y así y todo, me tendré que teñir del todo para sacar esta pifia. Y al volver, otra chica también se estaba quejando de lo rubias que le habían quedado las mechas. Sospechoso, no?.
Así que nada, para otra ocasión, si es que hay alguna, iré a una peluquería con cara y ojos.

jueves, 14 de enero de 2010

Frustrar la frustración

Todos hemos oido aquello de que los niños de ahora tienen de todo y que les falta disciplina. Me doy cuenta de que muchos padres confunden la disciplina con el cariño y así, piensan que si riñen a sus hijos, es como si no les quisieran cuando en realidad se estan preocupando, haciendo un acto de amor hacia ellos.
La mayoría de los niños, estan rodeados de muchas cosas y les falta lo más esencial: el amor de los padres, enteniendo este como,entre otras cosas, educar para la frustración. A mi entender, un niño que nunca se frustra, se acostumbra a que puede obtener todo en cualquier momente y no aprende a esperar para obtener lo que quiere.
La esencia del niño es satisfacer todos sus deseos y son los adultos los que han de ir “modulando” su conducta, por su bien psicológico y una saludable vida social. Cuando un niño no obtiene lo que desea- y aquí se ha de distinguir entre los deseos y las necesidades- ha de reconocer primero y aceptar después, su rabia e impotencia, como emociones más de su aprendizaje vital. Muchas veces oigo que los padres dicen a sus hijos que “la vida es así”, que “no se puede conseguir todo” o que “ahora no puede ser”. Y también hay padres que, más que dejar que el niño se quede frustrado y en conseqüéncia, con el aprendizaje, hay una recompensa para paliar lo que ha creado la propia frustración.
De adultos, hay muchas acciones encaminadas a compensar las frustraciones diarias.