La madrugada del viernes empezó el verano y como no podía ser de otra manera, el sábado estrené la temporada "oficial" de playa, yendo a Sitges con unos amigos. Entre que era sábado, comienzo de puente y de vacaciones para muchos, sufrimos la caravana de coches, por las costas del Garraf (y por cierto, la misteriosa chica de las curvas, también se había ido de vacaciones).
Los rituales siempre me han gustado. Pero no me refiero a rituales mágicos y historias de estas, no. Me refiero a maneras de actuar más personalizadas, que me hacen vivir lo que hago de manera diferente. Pues bien, una de estas es la del primer baño en el mar, el primer día de verano. Y así, a pesar de lo fría que nos pareció el agua al principio, me metí poco a poco para zambullirme del todo, sin hacer caso de lo que me decían y dejarme llevar sólo por la sensación de la combinación entre el calorcito del sol, el agua del mar, la arena y la brisa. La sensación de los cuatro elementos en un solo.
Ahora, esto de ir a la playa, es el no va más del panching...
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