Las veo, sentadas en un banco de Diagonal con Rambla Catalunya. El día es algo frío, después de una semana que el hombre del tiempo ha llama do“bonanza” y que siempre me hace pensar en la mítica serie.
Su actitud hacia ella es la de alguien que se preocupa no sólo por su bienestar físico, también por su educación como persona, que tenga principios, que sepa distinguir entre el bien el mal, que sea consecuente de sus actos....O al menos es lo que esperaría de la relación que intuyo, mantienen.
La distancia que nos separa, pues paso al lado de ellas sin pararme, no me permite oír lo que se están diciendo. Lo deduzco más bien, por el lenguaje no verbal de una de ellas. Pero sobretodo, por el de la otra. Esos gestos característicos de que lo que nos están diciendo, nos hacen pensar y darnos cuenta de que hemos dicho o hecho algo que sabemos, somos conscientes, que no está bien. Pero lo que más me llama la atención es otro personaje, encantador, observador mudo de la situación entre su dueña y la otra persona que intenta aportar algo de su propio aprendizaje vital. Lleva un abriguito blanco, igual que ella, para protegerse del frío y un gorrito negro, como de otra época, que protege sus orejitas en esta mañana invernal de febrero. Lo abraza fuerte, buscando esa seguridad que necesita y que él le da y que algún día, transmitirá a alguien.
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