Soy el primero que ve salir el sol y el último que contempla cómo se funde en el mar, en un acte de amor que se repite día tras día. La emoción que me provoca el espectáculo de colores que se sucede en esta unión, me obliga a compartirlo con los otros por la noche. La intensidad, no obstante, no es la misma. No hay emoción que se pueda trasmitir de la misma manera. Y no tengo que deslumbrar tanto cómo para provocar que alguien pierda el referente.
Desde mi aparente calma y serenidad, ayudo a que los otros sepan llegar a buen puerto. Ni la niebla ni las tormentas me hacen desfallecer. Mi posición privilegiada, me permite vislumbrar los obstáculos y avisar con tiempo.
La soledad es recompensada con el suave oleaje del mar y su variabilidad, que contrapone mi estructura hecha para resistir los embates de un element conocido y desconocido a la vez.
Los dos nos necesitamos y retroalimentamos. No existo si no estoy cerca de él y necesita de mi resistencia para volver a la calma.
Desde mi aparente calma y serenidad, ayudo a que los otros sepan llegar a buen puerto. Ni la niebla ni las tormentas me hacen desfallecer. Mi posición privilegiada, me permite vislumbrar los obstáculos y avisar con tiempo.
La soledad es recompensada con el suave oleaje del mar y su variabilidad, que contrapone mi estructura hecha para resistir los embates de un element conocido y desconocido a la vez.
Los dos nos necesitamos y retroalimentamos. No existo si no estoy cerca de él y necesita de mi resistencia para volver a la calma.
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