No sé si puede haber fenómeno de la Naturaleza que despierte tanta expectación como un eclipse. Para mí ha sido de una emoción tal, que todavía me dura al ver las fotos que se han ido colgando en Internet e Instagram. He de decir que a pesar de que ayer estuve buscando las reglamentarias gafas y no encontré, estando justo en el momento demáxima visión, 10:15 en la calle, este pequeño impedimento se ha resuelto, al encontrarme a algunos de la Facultad de Física de la UB, que se habían tomado la molestia de plantificar un telecospio (de 6000 euros, para más datos) en medio de la Gran Vía, justo delante de la universidad, para que quién quisiera, pudiera disfrutar de tan bello espectáculo. Como ya he comentado alguna vez, tengo alma de reportera y me he acercado a ver qué pasaba, preguntarles y comentar como iba el tema. Han sido de lo más amables, incluso tenían un plan B, mucho más rudimentario, para ver el eclipse, dos coladores de cocina, una cartulina y un tubo de cartón. Tecnología punta, vamos. También me han prestado sus gafas de ver el eclipse, con lo que, a pesar de las nubes (sobre esto también hay chistes por la red) he podido observar esa interposición entre el astro Rey y la Tierra.Y entonces es cuando una se siente pequeña, pequeña, insignificante diría yo..
Y si más cosas bonitas han podido pasar hoy, en 2012 la ONU decidió que el 20 de marzo es el Día Internacional de la Felicidad, eso que tooooodos anhelamos. Y bueno, justo ahora, a las 23:45 entramos en la primavera...
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