Sentada en una de esas mesas de madera recias de mi cafetería
favorita, contemplo escenas de amor que yo misma quisiera vivir. De las que
quisiera ser la protagonista.
Una pareja cogida de la mano, se miran a los ojos, con esas
miradas de amor que hacen que el ruido de alrededor suene a nada, excepto a lo
que sienten al mirarse y sentir lo mismo. Unas tazas de chocolate caliente, si bien no
son necesarias para el fuego de sus miradas, hacen redonda la escena. No obstante,
están sentados en una de las pocas mesas redondas, para dos, que hay en esta
cafetería, simbolizando, tal vez, el amor eterno que se profesan.
A quién no le gustaría una prueba de afecto mayor que
regalarle al otro el oído? cantarle sus virtudes, sin tapujos, sin rodeos,
claramente. Pues hacerlo mientras se pasa suavemente el brazo por la
espalda, sentados uno al lado del otro. Ay! Esta parejita me tiene el corazón
robado esta tarde de domingo. Las dulces, y me atrevería a decir que sinceras,
palabras de uno de ellos y los tiernos besos que se dan, endulzan mucho más
que los ricos pasteles y dulces que sirven aquí.
Demasiado azúcar? Pues es
necesario, en su justa dosis!