El lunes al atardecer estaba por la zona de Aribau con Diagonal, cuando me paré un momento a observar este edificio. Y no era sólo el edificio, también la luz de la tarde que lo iluminaba de una manera especial, lo hacía aún más bonito, elegantemente imponente en medio de esta avenida de Barcelona, que ni las obras actuales deslucen. Aunque en un primer momento, quise hacerle una foto, pensé que no hacía falta, que era una tontería, que esa luz podría encontrarla otro día, en otro edificio si fuera necesario. De repente, vi a una chica ciega que iba a cruzar la calle y me hizo cambiar de opinión. Me di cuenta del instante de vida que estaba disfrutando. Que los instantes bonitos de la vida se deberían captar, buscar, hacer que quedaran en nuestra retina para siempre, pues no sabemos si volveremos a tenerlos en frente, de una manera u otra. Que no podía olvidar, ni en los momentos más oscuros, de que la vida sigue siendo bella.
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