Hace un par de años y empujada por mi sobrina mayor, me abrí una cuenta
de Instagram. Era tan reacia a colgar fotos, siempre intentando mantener
mi vida privada reservada, que no podía imaginar cómo había personas
que colgaban su vida, obra y milagros, con esa alegría y
despreocupación. Con el tiempo y a base de encontrar fotos de
casi cualquier situación personal imaginable, me he acostumbrado a ello. Sigo -eso sí y no creo que cambie- sin poner fotos en los que se me vea ni a nadie de los míos.
Dejando a un lado el tema de que sea una aplicación que puede usarse para inflar el ego con los 'Likes' o mostrar la mejor versión de la mejor de las situaciones (momentos fugaces de felicidad que se quieren inmortalizar y compartir) le he encontrado lautilidada para 'viajar'. Así, desde el sofá de casa y mientras no lo haga fisicamente, se pueden buscar parajes de lo más lejanos, bonitos, curiosos. De cualquier parte del mundo y desde cualquier perspectiva, me gusta buscar y con la ayuda de las etiquetas, lo hace mucho más fácil. Y lo mejor es que cada uno deja reflejado de qué manera ese lugar le ha hecho sentir, como lo ha vivido.
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