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Hoy he tenido un día malo, pero malo, malo, de los que no quisiera recordar todo eso autodestructivo que ha pasado por mi cabeza desde que me he levantado hasta más o menos las 19:00 en que mi 'Pepito Grillo' me ha dicho que me dejara de tonterías y me fuera a la biblioteca a retocar el post de mañana. He de puntualizar que ya he pasado muy mala noche y que a las 3 todavía estaba ojiplática. Y eso que tenía que madrugar bastante. Nada de madrugón. A media mañana he cogido el portátil y me he llegado al Bopan de Rambla Catalunya. A pesar de que mi humor no estaba todavía para alegrías, he estado medio atenta a lo que hablaban los dos chicos de la mesa de al lado. Conversaciones de dos intelectuales treintañeros, traductor y periodista, con los cuales no me hubiera importado charlar. Sus conversacions, no he podido evitar poner la antena, me han servido para relativizar un poco mi malestar. He acabado algunas lecturas pendientes y revisado el post. Al mediodía, la autodestrucción cognitiva ha llegado a sus niveles máximos. Conversación con un amigo por whatsapp, que un poco me ha ayudado, con la promesa de tomar un café mañana. No olvidéis que el hecho de que nos escuchen es media cura (o entera). A todo esto, cancelo la clase de hoy, a pesar de haber sacado material de la biblioteca y pensado ya las actividades. El español para extranjeros también requiere preparación. Cuando ya estaba a punto de caer en el abismo de tristeza pre-vacacional-en-barcelona-y-sola, me llama una amiga para proponerme darle clases de inglés, a nivel conversación. Y así, entre una cosa y otra, ese algo que nunca me deja caer hasta el fondo- ni nunca me ha dejado- me ha hecho coger las cosas y pasar el resto de la tarde acabando de leer y revisar lo que he escrito estos días.
Al salir llovía y no llevaba paraguas. Me he dicho, mientras disfrutaba de la lluvia, del fresquito que ahora entra por la ventana mientras escucho 'No hi som per festes', y del olor a tierra mojada, que un mal día lo tiene cualquiera.