El cerebro es esa fantástica máquina, que sólo ocupa un 2% de nuestro cuerpo y que gasta el 25% de energía, capaz de regular desde nuestras funciones vitales más básicas, hasta los procesos más complejos de nuestra personalidad y existencia. No distingue lo que es real y lo que estamos imaginando, lo que estamos creando con nuestros pensamientos. Así, cuando vivimos una situación que nos parece angustiante, estresante, tenemos dos opciones: o decirnos que hay solución o decirnos que no hay nada a hacer y, en consecuencia, no hacer nada para cambiarlo. De hecho, tomemos una u otra vía, ambas serán válidas, ya que estarán acorde al discurso interno que hemos tenido. Se ha demostrado, a través de las RMf (resonancia magnética funcional), que el tipo de pensamiento derrotista, bloquea el cerebro y no deja pensar en la mejor solución. Otra cuestión muy importante es que se ha constatado que tal como pensamos nos sentimos y viceversa.Todo depende de la interpretación que le demos a lo que nos ocurre (yo aquí añadiría la importancia de considerar que esto no es tan simple y que hay que tener en cuenta factores como la edad y si se tienen los suficientes recursos psicológicos para llevar a cabo esa interpretación). Es en ésta, que el cerebro lo ve como si fuera real, aunque ni siquiera haya pasado y es por ello, que siempre es más deseable imaginar en soluciones posibles y positivas que en lo que es catastrófico.
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