Llevo semanas- o quizá meses, si no años y de manera inconsciente- reflexionando sobre la solidez de las relaciones que vamos construyendo a lo largo de nuestra vida. Al contario de lo que el filósofo Zygmunt Bauman trata en su obra 'Amor líquido', abogo por relaciones cuya base sea el conocimiento (y ya van tres posts en poco tiempo) del otro, para llegar a construir relaciones sólidas, con verdadero afecto, cálidas, con compromiso, substanciales y que aporten algo más que 'compañía'. Que luego se pueda poner en práctica, seguramente está condicionado por la interacción y lo complicado que pueda llegar a ser cadauno (y aquí, entono el mea culpa) y a pesar de ello, o mejor dicho, es gracias a creer en ello, que se consiguen relaciones de, como digo yo, consistencia afectiva.
(Y perdonad si esta explicación pueda parecer un poco breve y/o embrollante, seguramente no estoy en mi mejor momento creativo)
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