Cada día que pasaba, lo veía, allá, esperándome...Esperando el día que me decidiera a entrar y reencontrarnos, por fín, después de tanto tiempo. Me decía "Algún día he de entrar. Volverlo a contemplar, a acariciarlo, a estar uno al lado del otro". Un rato, solo un rato y él volverá a ser mío y yo de él. Y tendría un momento de felicidad.
Y por fín llega el día. Me decido y entro. Me lo depositan en las manos y mientras acaricio cada parte suya, mi mente viaja en el tiempo, en el espacio. En aquel espacio dónde tengo tantos recuerdos y donde tuve tantos momentos de felicidad. Unos recuerdos llenos de alegría, disfrutando aquellos ratos que pasábamos juntos, día tras día, gracias su belleza, sus ocurrencias, las historias que me explicaba. Son solo unos instantes...unos instantes que no volveran. Y de repente, hago la pregunta. Y mi decepción es tan grande como era mi alegría hace unos instantes antes. Nunca más volveré a tenerte, nunca más serás mío. Los recuerdos no se pueden pagar. Y menos, éstos.
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