Después de estar un mes sin poder salir a correr, hace un par de semanas que he vuelto a una de las actividades que mayor bienestar me reportan. A pesar de que el dolor (molestia, más bien) en la planta de los pies sigue, hasta que el médico no me diga esta semana, qué pasa y qué hay que hacer, no puedo evitar salir, ni que sea dos veces a la semana. Eso sí, estoy sustituyendo la intensidad, que he tenido que disminuir, por nuevos parajes. Y aprovechando el buen tiempo y que la primavera y casi llegada del verano, nos regala días interminables de luz que hace aflorar los rincones más bonitos, me llego hasta Sarrià y de ahí, a Pedralbes. No sé si seré yo que estoy más perceptiva o realmente las flores que hay en los parterres, son de una variedad en colorido y forma, que obliga a pararse y contemplarlas. Cuando paso por Sarrià, en concreto esta mañana y el viernes tarde, me fascinan las estampas, que en un ejercicio de imaginación, bien podrían ser de épocas pasadas, en blanco y negro y todo. Las familias que salen de la iglesia de St. Vicenç después de una Confirmación, las terracitas llenas, los niños con sus patinetes y los que siguen comprando, y que por mucho timepo siga así, en la Pastelería Foix. Las paradetas de productos artesanales y de algunos cachivaches (no llegan a antigüedades), que me recuerdan eso que me digo desde hace tiempo: Ya lo has tenido y por tanto vivido. Los sarrianencs de toda la vida, cuyo punto de reunión social empieza yendo a misa y se extiende a la placita. Vida al fin y al cabo.
Sigo hasta Pedralbes, y a falta de una salida fuera de Barcelona con la que respirar aire de montaña o playa, me entretengo entre sus piedras, el olor de la hierba mojada de las fincas colindantes y la paz que se respira por sus alrededores. Oigo las voces de un coro y aunque soy consciente de que mi vestimenta de 'runner' no es la más adecuada para entrar en una iglesia, no puedo evitar sentir la llamada de tal regalo para los sentidos. La composición entre la pequeña capilla, las vidrieras coloridas, el incienso y las voces del coro que canta hoy, son más que una recompensa para una caminata de tal alcance. Un descanso necesario para el alma.
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