Las hojas en el suelo que anuncian el otoño inminente, me han hecho reflexionar sobre la vida exterior y la vida interior. De hecho, ver cómo dejan una alfombra dorada, me evoca la confortabilidad de estar dentro de casa, los espacios acogedores y en los que, una podría quedarse horas y horas. Y también me evocan la necesidad que siento de captar la belleza de la vida exterior. Como las estaciones, mi vida me ha llevado a etapas donde tenía más necesidad de vida interior que de exterior. No es que no tuviera vida exterior, si no que que me daba cuenta de que tenía que hacer un trabajo interior para tener una verdadera vida exterior, de calidad, con substancia. Sin embargo, al contrario que las hojas que dejan un bonito paisaje, tenía que pulir algunos aspectos, antes de sacar lo mejor de mí misma. A veces, lo que vivimos puede dejar una huella que necesita de un tiempo de introspección, hasta que nos deje ver que todavía hay espacio para la luz del sol.
Ahora el resultado de aquel tiempo y especialmente de los últimos años, hacen que tenga más necesidad de vida exterior, sin dejar de lado la vida interior.
Ahora el resultado de aquel tiempo y especialmente de los últimos años, hacen que tenga más necesidad de vida exterior, sin dejar de lado la vida interior.
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