He tenido épocas en las que me he tenido que levantar para ir al trabajo muy, pero que muy pronto, pongamos 5... A pesar de lo pesado que me suponía, no sólo tener que irme a dormir muy pronto, si no también salir al balcón y ver que las calles estaban 'por poner', la parte positiva era apreciar el despertar del día.
Actualmente lo hago a las 7, una hora más que razonable pues muchas personas se levantan mucho antes. Dado que mi trabajo está en una muy buena zona desde la que contemplar parte de Barcelona, he ido observando que cada día que pasa, desde octubre que es cuando empecé, los matices de la luz de la salida del sol han ido cambiando sutilmente. Igualmente, cuando salgo del trabajo me digo 'Cada día hay más luz al salir!'.
Antes de entrar, me paro unos segundos a contemplar como el sol hace un rato ha empezado a salir, creando un constrate de colores entre los edificios, lejanos, del mar, el Hotel Vela, las Torres Mapfre, la Catedral, el edificio del teleférico. Es un espectáculo tan fascinante, que ya solo por eso merece la pena salir de la cama calentita, haga un frío invernal, llueva a cántaros o el viento amenace con tumbar un árbol sobre mí.