Hace poco escribía sobre dónde escribir. Tampoco es que importe mucho mientras siga escribiendo, no?. Bueno, pues hoy quiero hacerlo sobre otra cuestión relacionada con la parte material de la escritura en sí, escribir a mano o con el ordenador (la Underwood la tengo de adorno, para el museo). Hasta que no tuve mi primera y única máquina de escribir, estuve escribiendo siempre en una libreta o en hojas sueltas que luego grapaba. Más tarde, con los ordenadores- aunque bueno, ni que hiciera tanto que éstos han llegado a nuestras vidas- empecé a escribir utilizando el teclado con el que ni Qwerty soñó que se podía rectificar sin necesidad de darle a la cinta correspondiente. Todo un lujo para los que, como yo, las palabras fluyen más rápido que lo que alcanzan las manos en teclear. Ahora que me veo en la obligación de escribir con el ordenador, me pregunto dónde queda la letra manuscrita. Aquella caligrafía que todos aprendimos de niños, el contacto del lápiz, el bolígrafo después, una pluma ahora.
Personalmente, me he dado cuenta de que no escribo igual si lo hago con el frío contacto de las teclas del ordenador y teniendo la pantalla delante, que con un papel y un bolígrafo o mi preciada Meisterstück. También aquí hay mucha psicología por medio o la meto yo gratuitamente. Cuando puedo sentir el papel y el suave deslizar de la pluma sobre el papel, las ideas son diferentes. Las emociones, los recuerdos, las sensaciones que me vienen no tienen nada que ver con lo que escribo tecleando. Además, no hay posibilidad de borrar lo que he escrito, con lo que, la escritura, es mucho más auténtica. Otra de las cosas que más me gusta de escribir a mano, es que puedo ver cómo cambia la letra, según si estoy más cansada, si escribo deprisa o si me entretengo y hago mi mejor caligrafía. También tiene, como no, un toque de romanticismo, ya que me imagino en los tiempos en los que no había más que la luz de las velas por toda iluminación.
Nuestra letra también nos delata y muestra cómo somos y es algo difícilmente, aunque no imposible, falsificable. En cada letra dejamos una huella imborrable. Es algo más personal, por eso gusta tanto recibir cartas y postales, a pesar de que ya no se envían tantas, ya que se han sustituidos por los e-mails, mucho más rápidos e instantáneos. Es por eso que así es cómo escribo mi diario personal, donde quedan mis más íntimos pensamientos, mis emociones más profundas y lo que no quiero compartir con nadie.
Personalmente, me he dado cuenta de que no escribo igual si lo hago con el frío contacto de las teclas del ordenador y teniendo la pantalla delante, que con un papel y un bolígrafo o mi preciada Meisterstück. También aquí hay mucha psicología por medio o la meto yo gratuitamente. Cuando puedo sentir el papel y el suave deslizar de la pluma sobre el papel, las ideas son diferentes. Las emociones, los recuerdos, las sensaciones que me vienen no tienen nada que ver con lo que escribo tecleando. Además, no hay posibilidad de borrar lo que he escrito, con lo que, la escritura, es mucho más auténtica. Otra de las cosas que más me gusta de escribir a mano, es que puedo ver cómo cambia la letra, según si estoy más cansada, si escribo deprisa o si me entretengo y hago mi mejor caligrafía. También tiene, como no, un toque de romanticismo, ya que me imagino en los tiempos en los que no había más que la luz de las velas por toda iluminación.
Nuestra letra también nos delata y muestra cómo somos y es algo difícilmente, aunque no imposible, falsificable. En cada letra dejamos una huella imborrable. Es algo más personal, por eso gusta tanto recibir cartas y postales, a pesar de que ya no se envían tantas, ya que se han sustituidos por los e-mails, mucho más rápidos e instantáneos. Es por eso que así es cómo escribo mi diario personal, donde quedan mis más íntimos pensamientos, mis emociones más profundas y lo que no quiero compartir con nadie.
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