Después de haber cogido los ferrocarriles, llego a casa. Me apetece cenar sentada en la silla blanca de hierro del balcón. Cada año, me digo que tengo que comprar una mesita a juego, o un juego completo de mesa y sillas y poner esta en otro sitio. No obstante, es una silla de jardín y este es su sitio. Esto me hace pensar, a menudo, dónde está mi sitio. Si, estoy, ahora mismo en el lugar adecuado, en el momento oportuno. Deduzco que, un poco sí. O al menos, que lo he estado en algún momento en los últimos meses. No lo sé bien bien.
Compruebo que el esmalte, hace juego con uno de los colores del vestido que llevo hoy y sonrío. Es increible como, las cosas más banales, pueden conjuntar de una manera, casi, por casualidad. Y de repente me doy cuenta de que, no hay casualidades. Que nada de lo que nos pasa, es por casualidad. Incluso, las reacciones de los otros son fruto de algo. Y sí, las preguntas más indiscretas, tampoco son por casualidad.
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