En otra ocasión, ya dí unas pinceladas sobre el tema de la frustració en los niños. Es un tema al que le doy vueltas de vez en cuando, sobretodo cuando leo o escucho alguna noticia relacionada con la educación de hoy en día. Psicólogos y educadores no dejan de repetir la importancia de que los niños, sientan la frustración. Que se den cuenta que no siempre pueden conseguir todo lo que quieran, ni en el momento que quieran. Estoy totalmente de acuerdo en que experimentar la frustración es, no sólo educativo si no también necesario. Sobretodo en esta época de la superabundancia y la inmediatez en la que, parece que podemos tener todo a nuestro alcance y en cualquier momento. Pues bien- y hablo de los niños que tengo más cercanos- he observado que, en algunas ocasiones, más que educar en la frustración, lo que se hace es compensarla. Es decir, que a pesar de que al niño se le niega el objeto de deseo, se le cede otro-material o no- de forma inmediata o en el futuro, para que la frustración que sientan sea menor. Me pregunto entonces, si no hay ese margen entre la frustración, con todo lo que conlleva y el aprendizaje, de qué sirve decir que no?. Es evidente que hablo por experiencia, recordando como en mi infancia, dejaban que me frustrara y no había más.
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