Queréis un buen consejo? No déis ninguno si no os lo piden. Si hay una cosa que parece que todos podemos repartir, son consejos. Y la inmensa mayoría de las veces, sin que nos los hayan pedido.
Durante toda mi vida, especialmente cuando era pequeña, mucha gente no ha parado de darme consejos. Muchos consejos. Y muchos de ellos con la única intención inconsciente (o no) de proyectar sus neuras sobre mí y no ver, y por lo tanto no poder ayudar, lo que realmente necesitaba. Y así, crecí, pensando que yo también tenía que dar consejos y casi siempre, sin que me los pidieran. Hasta que, con el tiempo y a base de tropezar diversas veces, me dí cuenta de que no se tienen que dar consejos si no te los piden expresamente. Que lo que te explica alguien, es sobre la experiencia de aquella persona y que como tal, forma parte de su mundo particular. Ahora que ya soy más consciente, ya sé lo que no tengo que hacer. Todavía me queda mucho camino por recorrer. Y es que no puedo evitar, ir al lado del que está pasando un momento difícil o del que veo que necesita ayuda y ofrecerme.
Parece que cuando alguien explica un problema o cuando vemos una situación concreta, tenemos como una desenfrenada inclinación a ir hacia la persona y darle el mejor de nuestros consejos. Y todo eso, sin pararse a pensar en sí el otro quiere oírlo o necesita otra cosa. Y es que, lo que realmente necesita es que se le escuche. Que no lo juzgues. Que le muestres empatía. Que sienta que comprendes lo que le pasa. Que lo puedas llegar a vivir como lo está viviendo. Que haya conocimiento, comprensión, amor.
Y después, si hace falta y te lo pide, da tu mejor consejo.
Durante toda mi vida, especialmente cuando era pequeña, mucha gente no ha parado de darme consejos. Muchos consejos. Y muchos de ellos con la única intención inconsciente (o no) de proyectar sus neuras sobre mí y no ver, y por lo tanto no poder ayudar, lo que realmente necesitaba. Y así, crecí, pensando que yo también tenía que dar consejos y casi siempre, sin que me los pidieran. Hasta que, con el tiempo y a base de tropezar diversas veces, me dí cuenta de que no se tienen que dar consejos si no te los piden expresamente. Que lo que te explica alguien, es sobre la experiencia de aquella persona y que como tal, forma parte de su mundo particular. Ahora que ya soy más consciente, ya sé lo que no tengo que hacer. Todavía me queda mucho camino por recorrer. Y es que no puedo evitar, ir al lado del que está pasando un momento difícil o del que veo que necesita ayuda y ofrecerme.
Parece que cuando alguien explica un problema o cuando vemos una situación concreta, tenemos como una desenfrenada inclinación a ir hacia la persona y darle el mejor de nuestros consejos. Y todo eso, sin pararse a pensar en sí el otro quiere oírlo o necesita otra cosa. Y es que, lo que realmente necesita es que se le escuche. Que no lo juzgues. Que le muestres empatía. Que sienta que comprendes lo que le pasa. Que lo puedas llegar a vivir como lo está viviendo. Que haya conocimiento, comprensión, amor.
Y después, si hace falta y te lo pide, da tu mejor consejo.
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