De las tradiciones catalanas de Navidad, quizá la más conocida es la de poner el caganer en el pesebre. Para muchos es una cosa de mal gusto y para otros, una tradición divertida y muy nuestra (esto, no lo dudamos). Esto, junto con la tradición del Tió, da una imagen de los catalanes como muy marranos. Sólo nos faltaba que grupos de música se llamen “Els Pets” o “Lax’n’Busto” (marca de un laxante de los años 20). Pues bien, todo este mundo escatológico, o por lo menos parte de él, tiene una razón de ser. Según explicaba un profesor de Filosofía a mi hermano, responde a una idea de la fertilización de la tierra y de que los frutos que esta ha dado, han de volver para abonarla para el año que viene y continuar teniendo prosperidad. Es como un acto de agradecimiento. Claro que se refería a épocas pasadas, cuando el campesino (la figura original del caganer) no tenía más remedio que salir al campo. Según el costumbrario de Joan Amades, no poner el caganer en el pesebre es augurio de mala suerte y la tradición se remonta entre los siglos XVII y XVIII. Quizá tendrían que tomar buena nota los del Ajuntament de Barcelona, que este año no lo han puesto, puede ser que respondiendo a la ordenanza de civismo que prohibe hacer las necesidades en la calle (pero mira hacia otro lado cuando seguidores de fútbol campan por el centro de Barcelona, después de haber agotado las existencias de cerveza). Ahora, a unos cuantos metros de la plaza Sant Jaume, podéis continuar viendo caganers en los puestos y Tiós de la Fira de Santa Llúcia. Y si queréis más reivindicación sobre nuestras tradiciones, aquí tenéis un link que habla de esto.
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