Ayer por la tarde, al salir del trabajo, exactamente a las 18.50, busqué un sitio dónde ir a escribir. Quería ir a un bar que había visto hacía tiempo, por fuera, cerca de Jaume I. Al ver que era un bar de mojitos y caipirinhas, no me quedé, pues no creí que fuera el ambiente más adecuado para concentrarme. Otra ocpión era ir a la biblioteca y como está cerrada, cogí los ferrocatas para ir a casa. Paré en Gràcia y me acerqué a mi bar preferido. Lo descubrí hace tiempo y siempre que busco un sitio tranquilo y acogedor, me llego hasta allí. El ambiente es tranquilo, hay sofás, conexión wi-fi y te puedes estar horas, escribiendo o leyendo, que nadie vendrá a decirte nada (es decir, a echarte). A todo el mundo que le he llevado, le ha encantado y ha vuelto. Para no ser menos, también ellos han cerrado por vacaciones, así que no me quedó más remedio que ir a la Jaume Fuster un ratito.
Ahora mismo (se entiende, cuando he escrito esto esta mañana) estoy escribiendo en la plaza Molina, en una de las terrazas que tiene orientada al sur, con todo el sol del mediodía dando de pleno. Está vacía, sobretodo la parte en la que toca el sol (la de la foto) que es donde me he sentado. En la parte de sombra hay cuatro mesas ocupadas. Hay un ambiente de agosto total. Poco tráfico y muy poca gente pasando. Casi todas las tiendas cerradas. Esta terraza me gusta porque, a pesar de estar en una plaza normalmente muy transitada, queda rodeada por un seto que la protege del ir y venir de la gente que sale de los ferrocarriles.
Supongo que en esto, también soy selectiva.
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