Día tras día,veo la pared llena de hojas que tengo a un centenar de metros, gracias a Dios, delante de mi casa.
Ya que tengo la suerte que da al balcón de mi habitación, puedo ir observando los cambios de color de las hojas que se enredan por la inmensa pared. De un verde luminoso ahora, deslumbrantes en verano, de ocres dorados y rojos en otoño, casi inexistentes en invierno. Ahora está frondosa, exultante de belleza y de Naturaleza en estado puro.
La luz a lo largo de día, le da un aspecto diferente, minuto tras minuto, aunque se ha de conocer bien para captar estas sutilezas. No se ha de pensar que desaparece cuando se hace oscuro o la sombra la deje medio escondida.
Las contemplo mientras me siento a escribir, a leer, a pensar, a desayunar en el balcón o simplemente a dejar volar los pensamientos. Quizás alguna vez se me escapa una lágrima, dándome una visión desenfocada y calidoscópica de ella, de la vida misma.
Me digo a mí misma que soy como estas hojas que van cambiando. Que nunca son las mismas. Que disfrutan y sufren viviendo en el exterior, respondiendo a la falta de luz o al excesivo calor,a la falta de agua o a los chubascos que de vez en cuando nos regala el cielo. Que siguen allí, agradeciendo la vida, el tener un muro por el cual trepar y continuar viviendo. Que a pesar de que no las vea siempre, allí están. Esperando que llegue el momento preciso y exacto en el cual volver a abrirse en todo su esplendor y tiñendo de verde, de esperanza, el paisaje ennmedio de los tejados rojos.
Ya que tengo la suerte que da al balcón de mi habitación, puedo ir observando los cambios de color de las hojas que se enredan por la inmensa pared. De un verde luminoso ahora, deslumbrantes en verano, de ocres dorados y rojos en otoño, casi inexistentes en invierno. Ahora está frondosa, exultante de belleza y de Naturaleza en estado puro.
La luz a lo largo de día, le da un aspecto diferente, minuto tras minuto, aunque se ha de conocer bien para captar estas sutilezas. No se ha de pensar que desaparece cuando se hace oscuro o la sombra la deje medio escondida.
Las contemplo mientras me siento a escribir, a leer, a pensar, a desayunar en el balcón o simplemente a dejar volar los pensamientos. Quizás alguna vez se me escapa una lágrima, dándome una visión desenfocada y calidoscópica de ella, de la vida misma.
Me digo a mí misma que soy como estas hojas que van cambiando. Que nunca son las mismas. Que disfrutan y sufren viviendo en el exterior, respondiendo a la falta de luz o al excesivo calor,a la falta de agua o a los chubascos que de vez en cuando nos regala el cielo. Que siguen allí, agradeciendo la vida, el tener un muro por el cual trepar y continuar viviendo. Que a pesar de que no las vea siempre, allí están. Esperando que llegue el momento preciso y exacto en el cual volver a abrirse en todo su esplendor y tiñendo de verde, de esperanza, el paisaje ennmedio de los tejados rojos.
Seres vivos que también se emocionan cuando hay luna llena. Como yo misma.
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